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Jueves 4 de Julio de 1996. Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA) en la ciudad de Barcelona. Más de 14.000 arquitectos y estudiantes, principalmente provenientes de América Latina, desbordaban las instalaciones y obligaban al equipo organizador, a replantear los lugares y horarios de las ponencias y debates. En el transcurso de la mañana, lo exhaustivamente designado sucumbió frente al caos de la imprevista masa de gente. Al otro día ya se reprogramaron las actividades en el Palau Sant Jordi. Pero esa tarde, bajo el sol y el calor de la Plaza Dels Angels, frente al Museo de Arte Contemporáneo finalizado por Richard Meier meses antes, se logró escuchar las palabras de Peter Eisenman, sir Norman Foster, Jacques Herzog, Daniel Libeskind, y como moderadores Luis Fernandez Galiano y Joan Busquets.
La gran mayoría de los presentes eran estudiantes o recién recibidos, por lo cual la relación con los prestigiosos profesionales no respiraba un aire de ‘colega a colega’ sino se encontraba más cercano a la de ‘docente-alumno’ y más aún a la de ‘fan-estrella’.
No hubo debate alguno y ni siquiera una ponencia estuvo a la altura de la situación.
Eisenman divagó imprecisamente con una camiseta del Barcelona, bien lejos de sus propuestas escritas o sus proyectos experimentales. Foster repitió el discurso que presentaba alrededor del mundo, el cual se centraba en problemas imposibles de edificios corporativos, que se resolvían con la imaginación y extrema precisión que narra constantemente en sus escritos y, a decir verdad, generalmente se observaba en sus obras. Libeskind trató de ser cálido pero se ubicó lejos de lo que podía entretener a la audiencia y Herzog se mostró disgustado por los temas planteados.
Cuando culminó, todos se precipitaron sobre los arquitectos solicitando autógrafos como la primera visita de los Beatles a Estados Unidos. Al fin y al cabo, la gran mayoría sólo disfrutaba de tenerlos cerca y ansiaba un recuerdo, aún referido a la situación en si y no de la sorpresa de alguna propuesta.
Más tarde, paseando por las calles del barrio gótico, nos cruzamos con Richard Rogers y su mujer. A diferencia de la histeria vivida momentos antes y bajo nuestro asombro, se mostró muy cordial e inclusive nos realizó preguntas sobre Barcelona intercambiando opiniones. César Pelli también demostró amabilidad para con los más jóvenes.A la distancia insisto en que son momentos propicios para el debate, y si no éste no tiene lugar, la ponencia difícilmente sorprenda a una audiencia lectora y actualizada. Pero sigo disfrutando de la situación de verlos juntos a todos y recomiendo fervorosamente participar de estas grandes reuniones entre profesionales.
Fotografías del arq. Daniel Canda y del arq. Martín Lisnovsky
Editado por el arq. Martín Lisnovsky