sábado, 19 de septiembre de 2009
Antonio Berni y Jorge Luis Borges: Un Juego en la Búsqueda de Nuestra Identidad
LAS CALLES de Buenos Aires ya son mi entraña. No las ávidas calles, incómodas de turba y ajetreo, sino las calles desganadas del barrio, casi invisibles de habituales, enternecidas de penumbra y de ocaso y aquellas más afuera ajenas de árboles piadosos donde austeras casitas apenas se aventuran, abrumadas por inmortales distancias, a perderse en la honda visión de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa porque millares de almas singulares las pueblan, únicas ante Dios y en el tiempo y sin duda preciosas. Hacia el Oeste, el Norte y el Sur se han desplegado -y son también la patria- las calles; ojalá en los versos que trazo estén esas banderas.
EL SUR. Desde uno de tus patios haber mirado las antiguas estrellas, desde el banco de la sombra haber mirado
esas luces dispersas que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar ni a ordenar en constelaciones, haber sentido el círculo del agua en el secreto aljibe, el olor del jazmín y la madreselva, el silencio del pájaro dormido, el arco del zaguán, la humedad -esas cosas, acaso, son el poema.
CAMINATA olorosa como un mate curado la noche acerca agrestes lejanías y despeja las calles que acompañan mi soledad, hechas de vago miedo y de largas líneas.
La brisa trae corazonadas de campo, dulzura de las quintas, memorias de los álamos, que harán temblar bajo rigideces de asfalto la detenida tierra viva que oprime el peso de las casas.
En vano la furtiva noche felina inquieta los balcones cerrados que en la tarde mostraron la notoria esperanza de las niñas. También está el silencio en los zaguanes.
En la cóncava sombra vierten un tiempo vasto y generoso los relojes de la medianoche magnífica, un tiempo caudaloso donde todo soñar halla cabida, tiempo de anchura de alma, distinto de los avaros términos que miden
las tareas del día.
Yo soy el único espectador de esta calle; si dejara de verla se moriría.
(Advierto un largo paredón erizado de una agresión de aristas y un farol amarillo que aventura su indecisión de luz.
También advierto estrellas vacilantes.)
Grandiosa y viva como el plumaje oscuro de un Ángel cuyas alas tapan el día, la noche pierde las mediocres calles.
¿Qué tienen en común dos próceres del arte argentino como Antonio Berni (1905-1981) y Jorge Luis Borges (1899-1986)? Claramente no es un planteo para la mañana de un sábado lluvioso; sin embargo, como primer esbozo de la comparación de la obra entre estos personajes contemporáneos, podríamos señalar que ambos reflejaron nuestra cultura, nuestra geografía. Estas pinturas de Berni no se corresponden directamente con los espacios urbanos que refleja la poesía de Borges, pero encontrarán muchos elementos en común, muchos de ellos constantes en nuestra historia argentina.
Material tomado de CD de la Fundación Epson basado en la Exposición Restrospectiva de Antonio Berni realizada en Julio de 1997 en el Museo Nacional de Bellas Artes (350.000 espectadores) y el libro "Fervor de Buenos Aires", publicado por Jorge Luis Borges en 1923.
Seleccionado por el arq. Martín Lisnovsky
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