viernes, 20 de julio de 2007

No te vayas Campeón! Homenaje al Inmortal Fontanarrosa





Nos permitimos un breve paréntesis en nuestras tertulias sobre arquitectura e historia para homenajear humildemente a una persona que dejó una huella invaluable en la cultura argentina. El talento de Roberto Fontanarrosa convirtió en arte y literatura todas aquellas pequeñas costumbres, anécdotas y expresiones íntimas que forman gran parte de las características de un pueblo. Con una agilidad sorprendente para relacionar temas diversos, los cuales entrelazaba y cosía magistralmente, nos enseñó que el mejor humor, por sobre todas las cosas, es el que nos muestra tal cual somos.
Durante más de veinte años he sido un confeso seguidor de su obra, y expreso una enorme alegría al haber podido vislumbrar cómo su talento fue ganando un reconocimiento cada vez más cálido y de mayor envergadura. Todos los medios de comunicación, en las últimas 24hs, reflejaron la muerte del maestro con verdadero sentimiento. Famoso por sus personajes Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso, sus tres novelas, sus muchos libros de cuentos e historietas varias, recomiendo no perder de vista la calidad excelente que el Negro ha tenido como dibujante. Si tuviera que elegir una obra que lo identifique, que resuma las mejores de sus cualidades, sin duda apuntaría a "Los clásicos según Fontanarrosa", compilación de versiones de piezas como La Odisea, Hansel y Gretel, el Quijote y Otello, que lo sintetiza de la mejor manera, librito que sé de memoria y he plagiado hasta la última coma.
Nos tomamos la licencia de reproducir el más simpático de sus últimos cuentos, que por supuesto no podría hablar de otra cosa que de arte...y de fútbol. Un verdadero Inmortal.

VIEJO CON ARBOL
A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal.
Y
ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el viejo.

Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída, la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia. Porque el viejo bien podía ir a ver los otros dos partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.
Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos; el hijo de Norberto, los dos de Gaona, el sobrino del Mosca, que desembarcaban en el predio con las mayores y corrían a meterse entre los cañaverales apenas bajaban de los autos.
—Ojo con la vía alertaba siempre Jorge mientras se cambiaban.

—No pasan trenes, casi ítranquilizaba Norberto. Y era verdad, o pasaba uno cada muerte de obispo, lentamente y metiendo ruido.

—¿No vino la hinchada? ya preguntaban todos al llegar nomás, buscando al viejoí. ¿No vino la barra brava?
Y se reían. Pero el viejo no faltaba desde hacía varios sábados, firme debajo del árbol, casi elegante, con un cierto refinamiento en su postura erguida, la mano derecha en alto sosteniendo la radio minúscula, como quien sostiene un ramo de flores. Nadie lo conocía, no era amigo de ninguno de los muchachos.
—La vieja no lo debe soportar en la casa y lo manda para acá bromeó alguno.

—Por ahí es amigo del referí —dijo otro. Pero sabían que el viejo hinchaba para ellos de alguna manera, moderadamente, porque lo habían visto aplaudir un par de partidos atrás, cuando le ganaron a Olimpia Seniors.

Y ahí, debajo del árbol, fue a tirarse el Soda cuando decidió dejarle su lugar a Eduardo, que estaba de suplente, al sentir que no daba más por el calor. Era verano y ese horario para jugar era una locura. Casi las tres de la tarde y el viejo ahí, fiel, a unos metros, mirando el partido. Cuando Eduardo entró a la cancha —casi a desgano, aprovechando para desperezarse— cuando levantó el brazo pidiéndole permiso al referí, el Soda se derrumbó a la sombra del arbolito y quedó bastante cerca, como nunca lo había estado: el viejo no había cruzado jamás una palabra con nadie del equipo.

El Soda pudo apreciar entonces que tendría unos setenta años, era flaquito, bastante alto, pulcro y con sombra de barba. Escuchaba la radio con un auricular y en la otra mano sostenía un cigarrillo con plácida distinción.

—¿Está escuchando a Central Córdoba, maestro? —medio le gritó el Soda cuando recuperó el aliento, pero siempre recostado en el piso. El viejo giró para mirarlo. Negó con la cabeza y se quitó el auricular de la oreja.

—No
sonrió. Y pareció que la cosa quedaba ahí. El viejo volvió a mirar el partido, que estaba áspero y empatado. Música dijo después, mirándolo de nuevo.

Algún tanguito? —probó el Soda.

—Un concierto. Hay un buen programa de música clásica a esta hora.

El Soda frunció el entrecejo. Ya tenía una buena anécdota para contarles a los muchachos y la cosa venía lo suficientemente interesante como para continuarla. Se levantó resoplando, se bajó las medias y caminó despacio hasta pararse al lado del viejo.

—Pero le gusta el fútbol —le dijo—. Por lo que veo.

El viejo aprobó enérgicamente con la cabeza, sin dejar de mirar el curso de la pelota, que iba y venía por el aire, rabiosa.

—Lo he jugado. Y, además, está muy emparentado con el arte —dictaminó después—. Muy emparentado.

El Soda lo miró, curioso. Sabía que seguiría hablando, y esperó.

—Mire usted nuestro arquero —efectivamente el viejo señaló a De León, que estudiaba el partido desde su arco, las manos en la cintura, todo un costado de la camiseta cubierto de tierra—. La continuidad de la nariz con la frente. La expansión pectoral. La curvatura de los muslos. La tensión en los dorsales —se quedó un momento en silencio, como para que el Soda apreciara aquello que él le mostraba—. Bueno... Eso, eso es la escultura...

El Soda adelantó la mandíbula y osciló levemente la cabeza, aprobando dubitativo.

—Vea usted —el viejo señaló ahora hacia el arco contrario, al que estaba por llegar un córner— el relumbrón intenso de las camisetas nuestras, amarillo cadmio y una veladura naranja por el sudor. El contraste con el azul de Prusia de las camisetas rivales, el casi violeta cardenalicio que asume también ese azul por la transpiración, los vivos blancos como trazos alocados. Las manchas ágiles ocres, pardas y sepias y Siena de los mulos, vivaces, dignas de un Bacon. Entrecierre los ojos y aprécielo así... Bueno... Eso, eso es la pintura.

Aún estaba el Soda con los ojos entrecerrados cuando al viejo arreció.

—Observe, observe usted esa carrera intensa entre el delantero de ellos y el cuatro nuestro. El salto al unísono, el giro en el aire, la voltereta elástica, el braceo amplio en busca del equilibrio... Bueno... Eso, eso es la danza...

El Soda procuraba estimular sus sentidos, pero sólo veía que los rivales se venían con todo, porfiados, y que la pelota no se alejaba del área defendida por De León.

—Y escuche usted, escuche usted... —lo acicateó el viejo, curvando con una mano el pabellón de la misma oreja donde había tenido el auricular de la radio y entusiasmado tal vez al encontrar, por fin, un interlocutor válido—... la percusión grave de la pelota cuando bota contra el piso, el chasquido de la suela de los botines sobre el césped, el fuelle quedo de la respiración agitada, el coro desparejo de los gritos, las órdenes, los alertas, los insultos de los muchachos y el pitazo agudo del referí... Bueno... Eso, eso es la música...

El Soda aprobó con la cabeza. Los muchachos no iban a creerle cuando él les contara aquella charla insólita con el viejo, luego del partido, si es que les quedaba algo de ánimo, porque la derrota se cernía sobre ellos como un ave oscura e implacable.

—Y vea usted a ese delantero... —señaló ahora el viejo, casi metiéndose en la cancha, algo más alterado—... ese delantero de ellos que se revuelca por el suelo como si lo hubiese picado una tarántula, mesándose exageradamente los cabellos, distorsionando el rostro, bramando falsamente de dolor, reclamando histriónicamente justicia... Bueno... Eso, eso es el teatro.

El Soda se tomó la cabeza.

—¿Qué cobró? —balbuceó indignado.

—¿Cobró penal? —abrió los ojos el viejo, incrédulo. Dio un paso al frente, metiéndose apenas en la cancha—. ¿Qué cobrás? —gritó después, desaforado—. ¿Qué cobrás, referí y la reputísima madre que te parió?

El Soda lo miró atónito. Ante el grito del viejo parecía haberse olvidado repentinamente del penal injusto, de la derrota inminente y del mismo calor. El viejo estaba lívido mirando al área, pero enseguida se volvió hacia el Soda tratando de recomponerse, algo confuso, incómodo.

—...¿Y eso? —se atrevió a preguntarle el Soda, señalándolo.
- Y eso...-vaciló el viejo, tocándose levemente la gorra-...Eso es el fútbol.


Escrito y Editado por el arq. Martín Lisnovsky

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Se fue un cacho de cultura popular
Un abrazo

Anónimo dijo...

Si alguno fue al Medieval Times de Miami, es imperdible el cuento "Medieval Times", una eximia pieza de arte para recagarse de risa.

Anónimo dijo...

El del viejo que se muere en el partido de Central en 1971, por ese sólo, merece una escultura ecuestre en Plaza de Mayo. Por Inodoro que cambien su Nombre. Envidio a los que nunca leyeron nada...todo lo que tienen para disfrutar!!!!!!!

Anónimo dijo...

Los últimos Vermicelli!!!!, recuerdo el cuento y la historieta aparecida en la revista Fierro. Cuento obligado

Anónimo dijo...

Nada en el arte se compara al "mediocampista ofensivo" Inodoro Pereyra y su sanchapancero Mendieta.
Sin el Negro estaremos "Mal pero acostumbrados", que lo parió

Anónimo dijo...

19 de Diciembre de 1971, es el cuento mas famoso uqe contaba Nacho v. Y si lo pueden escuchar elatado por Alejandro Apo, mejor.

Anónimo dijo...

Por favor pongan los aforismo de Ernesto E Etchenique!!!!!!!

Anónimo dijo...

El compilado Semblanzas Deportivas donde está la historia del Chancho Volador!!!!!! Imperdibleeeee

Anónimo dijo...

Coincido que Semblanzas Deportivas es lo mas representativo, COn el Chancho VOlador y con el record de Laurence Vogelio. Saludo a todos y esperemos a la versión del Martín Fierro en cine que sale en el 2008. Negro Inmortal!!!!!

Anónimo dijo...

Aforismos de EEE:
1- No basta la buena voluntad si intentas apagar el fuego con gasolina
2- Para el Sabio no existe la Riqueza. Para el Vistuoso no existe el Poder. Para el Poderoso no existen el Sabio ni el Virtuoso
3- El hombre sabio es pobre en apariencia pues su tesoro está en Suiza
4- Si quieres alcanzar la Sabiduría...empieza a correr ya!!
5- Una palabra puede herir. Pero un martillazo es feroz

Anónimo dijo...

Aforismo de EEE parte 2:
1- Quiso ser eterno. Y fue técnico electricista
2- La mentira se ríe de la verdad. Pero su risa es falsa.
3- No juzgar a los hombres por sus actos. Condenarlos.
4- El árbol se ríe del hacha. Así le va.
5- Si todos los hombres del mundo se tomasen de las manos...Cuán larga sería esa fila!!!
6- Decimos: "Haz como la hormiga, que trabaja todo el día" No sabemos cuán jóvenes mueren!!

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