martes, 2 de noviembre de 2010

Libro Recomendado: Jorge Mele. Modernos y Contemporáneos.


LA FORMA UTOPÍA (extracto seleccionado)
El pensamiento y la imagen utópica entrelazados recorrieron todo el Siglo XX a través de búsquedas sociales y tecnológicas. La presencia de sus idearios trascendía las diferencias ideológicas, colocados en una esfera de configuraciones desde las que es posible visualizar el advenimiento de los futuros desarrollos de occidente.
Las construcciones imaginarias más espléndidas prefiguran el horizonte de dominio de lo urbano por sobre todos los órdenes de lo
existente. Pero, esta pretensión de absoluto tendrá matices diferenciados orientando especulaciones muy diversas en el campo de las teorías de la arquitectura, a partir de las que conferir a dichas representaciones un carácter alternativo y aún crítico de la realidad concreta.
Las representaciones de la imagen utópica como modalidad anticipadora de la reflexión teórica, pero, por su parte génesis primera,
establece el punto en que se individualiza prospectivamente la realización deseable en términos de respuestas a conflictos y contradicciones, concentrando una gran energía potencial en señalar puntos de despliegue o desarrollos.
En la utopía moderna, la finalidad, las funciones, la técnica y la sociedad quedan expuestas con la fuerza de la evidencia caracterizada por la insistencia con que el paradigma de la máquina es representado en todos los órdenes de la constitución de una idea de metrópolis, organizada centralmente en torno a las expectativas de los nuevos modos productivos de fines del siglo XIX y una división social de trabajo que colocaba en primer plano la conflictividad de la lucha entre clases.

El siglo XX, vio renacer en dos oportunidades la "forma vanguardia". La primera con relación a las consecuencias generadas por el
impacto de las propuestas futuristas a partir del manifiesto de La Ciudad Nueva y su proyección tanto en Le CorbusIer como en las direcciones más radicalizadas de los experimentos de arquitectos rusos tales como Ivan Leonidov pero básicamente Jacob Chernikov con sus fantasías configurativas.
La segunda oportunidad, se dio durante la década del 60 donde las máximas tensiones de la bipolaridad geopolítica del momento histórico se refractaron de una manera muy particular en investigaciones oscilantes entre "Marx y Coca Cola" asumiendo la sociedad de masas con toda su potencialidad. Ejemplo de tales provocativas proposiciones fueron las humorísticas e irónicas imágenes de los Archigram en Inglaterra y las de los arquitectos Metabolistas japoneses.
Finalmente, a fin de siglo, tras la caída de la bipolaridad, lo que se advierte es el retorno de la "forma vanguardia" pero en forma de "Neo", en la que sin lugar a dudas son las propuestas de Eisenman, Tschumi y Koolhaas las que conceptualmente plantean una reelabo
ración críticoepistemologica más allá del mero referenciamiento lingüístico basado en la cita literal, episodio habitual en el ámbito del historicismo.
Afirmo, aquí, la vigencia del poder de las imágenes de transmitir más allá de su momento histórico de pertenencia una serie de con
densaciones de sentido siempre resignificables e interpretables en el marco de un intercambio simbólico no predeterminado por el origen de tal configuración primaria.
La forma utopía, por tanto resistente a cambios ideológicos se sostiene mediante la capacidad imaginante que se despliega según el
grado de criticidad en la potencia de representación, la cual, diferida en el tiempo remite a futuros posibles. Es dable hablar, entonces de una proyección temporal de larga duración aún en ausencia de condiciones concretas de posibilidad.
Serán sus potencialidades aquéllas a desplegar por la enorme concentración de significados que proponen sus universos cerrados, cir
culares, donde todo parece estar dicho y configurado de una vez y para siempre iluminando metafísicamente con un sentido de destino casi religioso la esfera de la realidad terrena que reconstruye.
Un severo sentido de orden, las jerarquías y las relaciones precisas entre las partes componentes aseguran un principio de unidad basada en la armonía de la fijación de una temporalidad que no admite más que continuidades y articulaciones subsidiarias al
reino de lo único.
Jorge Mele. Modernos y Contemporáneos. Buenos Aires, 2010, Editorial Nobuko.
Libro Seleccionado y Recomendado por el arq. Martín Lisnovsky

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