viernes, 15 de febrero de 2008

El Kunsthaus y Yo. Misterioso y Poético Secreto


"No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto". Jorge Luis Borges

Volvemos nuevamente sobre el Kunsthaus de la ciudad de Graz. La razón es que me tiene perplejo, como un Back-Central en los momentos siguientes a la desgracia de un gol en contra, aquellos largos segundos donde el orgullo enceguece la memoria; no comprendo, no entiendo, me tiene completamente desubicado. Arrojaremos aquí cierta luz sobre el tema, esperando tener puntería.
De paseo por la sección Mis Primeros Textos Escolares, un libro de tapa descolorida por el tiempo y el sol sobresalía del estante como levantando la mano. Era un ejemplar de “Platero y Yo”, cuyo autor, el poeta español Juan Ramón Jiménez, obtuvo el Premio Nobel por ésta y otras obras seguramente mejores. Viajará hasta su memoria la lectura
obligada, la narración en voz alta del aula en la escuela, y no serán los mejores recuerdos.
Algo así, cercano a una pesadilla, le habrá sucedido al Archigram Peter Cook, quien posiblemente se desprendió en esta obra de las más profundas angustias que lo aquejaban. Una cuestión meramente freudiana.

Para desenmascarar el misterio, sólo debemos reemplazar el inicial nombre propio ante el asombro y la sorpresa del hallazgo que conmocionará a la familia arquitectónica entera. También le deseamos al Museo un vida mejor y más duradera que la del pobre burrito.

El Kunsthaus es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se
diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache

de sus ojos son duros cual (dos) escarabajos de cristal negro…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña... pero fuerte y

seco como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos, por las últimas
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y
despaciosos, se quedan mirándolo:
-Tiene acero...

-Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.


KunstHaus, Peter Cook y Colin Fournier, Graz 2002. Todavía nadie lo escuchó rebuznar.
Las imágenes fueron tomadas de Flickr
Editado por el arq. Martín Lisnovsky

6 comentarios:

Anónimo dijo...

El premio Nobel lo ganó por la letra de "Tabaco y Ron". Desde allí, su apodo de Juan 'Corazón" Ramón Jiménez.

Anónimo dijo...

Pues a mi me ha encantado. Me ha devuelto a mi imaginario y al del de muchos amigos en el que soñamos con ciudades y mundos donde no haya copias de copias (o refritos como decimos los plumillas). Es un edificio único sin referencias anteriores y que llama la atención. Apetece tocarlo, ver si realmente es suave. Me imagino sus entrañas llenas de colores y de pequeños recovecos repletos de sopresitas...

arq. Martín Lisnovsky dijo...

No dudo de la irrespetuosidad del encanto y su atractivo sin igual, pero...¿te imaginas una ciudad con 100 Kunsthaus, cada uno diferente pero con el mismo nivel de originalidad? Gracias por el comentario, iviveq.

Manasa dijo...

100 kunsthaus en una ciudad, seria imaginarse una ciudad en la cual cada uno de los kunsthaus no hace referencia al anterior, sino se perderia la escencia misma del kunthaus,uno no podria reconocer que esta en una ciudad que tiene 100 kunsthaus, sino que hay 100 construcciones altamente originales.

Martín L dijo...

Si, "manasa", yo hablé de ..."con el mismo nivel de originalidad del anterior" para cada uno de los cien Kunsthaus. El tema es si con este nivel de alteración urbana es posible desarrollar una ciudad...¿Se imaginan Bilbao con 100 Guggenheim todos distintos? Este caos puntual de los edificios "con carácter enfatizado" no deben ser el común denominador, a lo sumo referentes barriales que cedan espacio al resto de la infraestructura social. Gracias por el comentario

Anónimo dijo...

Perdonen, señoras y señores, pero si existen 100 edificios como éste en una ciudad deberían abolir la facultad de arquitectura por inútil. Con una empresa contructora, tecnología adecuada y algún artista megalómano se puede hacer. Basta de Nafta súper, please

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