martes, 7 de agosto de 2007

Cuando Londres rechazó el frac de Mies


En el día de ayer se me apareció volando por la Web, casi como un fantasma, la imagen que adjunto. Es un esfuerzo de algún artista entusiasmado por mostrar en un único render todas las propuestas verticales que se están desarrollando en el corazón de Londres con miras al 2012, año en que se celebrarán los Juegos Olímpicos en esa ciudad. Vaya a saber si por venganza, por envidia o por orgullo las autoridades están permitiendo perder por completo el sereno skyline que los caracterizó siempre soñando con ser la New York de Europa. Una verdadera invasión de Ananás, Walky-Talkies, Superveladores, Megaparaguas, todos edificios-escultura de dudoso gusto que dejan, vean la perspectiva, al Lloyds de Rogers como un enano de jardín. Busqué y busqué en mi memoria y allí, al costado del lóbulo frontal, segundo cajón comenzando de abajo, encontré un texto de Luis Fernández-Galiano que describe la no aceptación a un proyecto de Mies van der Rohe por los conservadores, en ese entonces en el poder. Habiendo negado a la sociedad inglesa un frac de Mies en plena City, terminan en la actualidad aceptando un verdadero desfile de disfraces.

Una muerte póstuma
"Georgia, la hija mayor de Mies, colocó un ramo de rosas amarillas entre las manos de su padre. Era el 19 de agosto de 1969 y ambos se encontraban en una habitación del Wesley Memorial Hospital de Chicago. Al día siguiente, las cenizas de Mies van der Rohe se enterraron en el Graceland Cemetery junto a la tumba de Louis Sullivan. Georgia, la niña que había asistido a la escuela de Isadora Duncan en Potsdam, la adolescente que quiso ser bailarina y devino actriz, escuchó al organista interpretar una obra de Bach. Tal fue la primera muerte del arquitecto.
La segunda muerte de Mies se produjo dieciséis años más tarde. Estos son los hechos. En 1962 un joven millonario británico, Peter Palumbo, visitó a Mies en Chicago para ofrecerle el proyecto de una torre de oficinas en la City londinense. El terreno, propiedad de su familia, estaba sujeto a una cesión que vencía en 1986, de manera que el edificio que se construyese a partir de esa fecha habría de ser -¡salvo que Mies llegase a centenario!- una obra póstuma. El arquitecto aceptó el encargo.
Peter Palumbo aprovechó para comprar a la doctora Edith Farnsworth, la casa que Mies le había construido entre 1946 y 1951. Aquel pabellón de vidrio en el bosque, exquisito y apenas habitable, había suscitado entre la eminente nefróloga y el arquitecto una amistad estrecha que se tornó hostil con el tiempo, finalizando con ambos enfrentados en los tribunales, por lo que no es de extrañar que la doctora desease deshacerse de su malhumorada propiedad. Pero tampoco al promotor Palumbo le traería suerte la ya famosa casa.
Mies visitó en 1964 el emplazamiento en Londres de la futura torre. Frente a la Mansión House de George Dance y al lado de edificios de Christopher Wren, John Vanbrugh y Edwin Lutyens, es difícil imaginar muchos lugares en la City de semejante dimensión histórica y arquitectónica. En 1967, cuando ya se le había diagnosticado cáncer de esófago que acabaría con su vida, Mies terminó el proyecto, diseñando para Palumbo un impecable prisma de vidrio y bronce similar a los muchos que había levantado en América.
El proyecto permaneció archivado durante muchos años, aguardando el vencimiento de la cesión del suelo. En 1984, próximo ya aquél, Peter Palumbo despertó de su sueño a la bella durmiente, solicitando licencia de obras. La reacción fue instantánea y clamorosa: la opinión pública reacciono como si se tratase de sacar del sopor, no ya a una ignorada princesa, sino a un peligroso saurio hibernado.
Los arquitectos cerraron filas en torno al proyecto de Mies. Razonando que Londres no debía dejar escapar la oportunidad de contar con un edificio de uno de los grandes arquitectos del siglo XX, toda la elite internacional –incluyendo adalides del Postmodernismo como Michael Graves, que había forjado su carrera en polémica contraposición con las ideas miesianas- suscribió un manifiesto de apoyo.
Esfuerzo vano. El creciente sentimiento conservacionista pudo más que las solidaridades profesionales y, en mayo de 1985, el ministro Patrick Jenkin denegó la licencia solicitada por Palumbo. Así fue la segunda, y quién sabe si definitiva, muerte de Mies. Nadie ofreció rosas amarillas al arquitecto en esta su muerte póstuma."

Mies es menos: un centenario revisionista, por Luis Fernández-Galiano
Revista A&V nº6, dedicada a Mies van der Rohe, 1986
Editado por el arq. Martín Lisnovsky

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, al fin y al cabo el edificio de Mies era muy similar a los que había realizado en Chicago y New York.

Anónimo dijo...

Las ciudades merecen mayor diversidad y alegría

Susana Aparicio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Susana Aparicio dijo...

Y bueno... no era eso lo que describía Rem Kookhaas en Delirious New York? Un baile de disfraces en el que los arquitectos iban vestidos como sus edificios, edifios que eran un disfraz para lo que sucedía dentro...

Si quieren hacer de Londres un segundo Manhattan nada más acertado que eso... no? ;o)

Anónimo dijo...

noto en las entradas de este blog, un cierto aire de resenticiemnt ohacia la arquitectura contemporanea, y una añoranza hacia la perdida de una arquitectura moderna, que personalmente, me parece q le quito el encanto a la arquitectura,, el cual se esta ratando de recuperar en la actualidad,

mas alla de eso, si, me parece q sondudosamente bellos estos rascacielos

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