jueves, 23 de agosto de 2007

Philippe Starck ante la revolución digital







Hacia finales de la década del ochenta comenzaron tibiamente a ubicarse en los tableros de los estudios del primer mundo, los ordenadores. Algunos diseñadores y arquitectos vieron algo más que el simple traslado al cad de los planos que dibujaban a mano, y comenzaron a experimentar con nuevas relaciones espaciales, diferentes materiales y por sobre todo, originales morfologías. En este momento donde los caminos comenzaban a iluminarse, hemos hablado de ejemplos diferentes como el Museo Guggenheim de Bilbao y el Aeropuerto de Kansai. Pero hoy nos llama la atención un edificio de los dos construidos por Starck en Tokio en la época (el otro es el famoso de la gigantesca zanahoria dorada en su cubierta). El edificio Nani Nani, se encuentra en Shirokanedai, en la ciudad de Tokio. Realizado para el Rikugo Group, destina una cafetería en la planta baja y showrooms y oficinas en los pisos superiores. No es revolucionario en sus características espaciales, pero la dinámica forma y su concreción merecen una observación detenida. Fiel heredera del mundo del diseño industrial, que tan bien domina su autor, el edificio aparece como un monovolumen complejo, de curvas cambiantes pero siempre con líneas contínuas, de la misma manera que los autos japoneses impusieron fuertemente en la industria automotriz hasta hoy en día. El material que le configura el carácter final es chapa metálica y sus uniones evitan el acabado plástico que domina actualmente estas expresiones biomórficas. Por momentos me recuerda una parte de la historia de la arquitectura de Buenos Aires donde los edificios de planteos académicos se vestían de "modernos", pero, es justo decir, es en los momentos de cambios, crisis y nuevas oportunidades cuando estas cosas suceden. Aplausos para el maestro Philippe por la habilidad y por la astucia desplegada hacia un edificio que no quedará en el olvido. Eso si, del respeto al entorno mejor ni hablar.
Imágenes tomadas de la revista Domus, número 721, noviembre 1990. Para mayor información no duden en buscar ése número.
Editado por el arq. Martín Lisnovsky

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lindo el perrito, falta la cucha...o esa es la cucha? uuuuuuuh, como será entonces el perrito!!

Anónimo dijo...

¿Preferiría vivir en un barrio con 300 casas iguales a esta, o por lo menos pensadas como ésta? ¿Estaríamos mejor, realmente?

Anónimo dijo...

Es tal el prejuicio de esta morfología como en una fotocopia del moderno gropius o del mas antiguo nash. Importa la creacio de espacios y escalas, la comodidad y las posibilidades de sincronizar con los materiales, y eso es ajeno a cualquier epoca y estilo. Es bueno probar cosas nuevas. Gracias por el blog, ultimamente bastante ajustadito.

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