martes, 28 de agosto de 2007

Un texto maestro de Le Corbusier




Segundo artículo recordando a Le Corbusier, con un fragmento del libro ideal para convencer a cualquier estudiante que la arquitectura es un camino que vale la pena caminar.
“No confundáis ese respeto, ese amor, esta admiración, con la insolencia y la indolencia de un hijo mimado decidido a evitarse todo esfuerzo personal, prefiriendo vender a sus clientes el trabajo de sus antepasados. O, bajo el efecto de la más triste dimisión de pensamientos, el país ha sido invitado a revestirse de espolios folklóricos. Un grupo numeroso de miedosos, de indigentes, de timoratos, se prepara, listo para cubrir la ciudad y el campo –todo el país- de falsedad arquitectónica. Solón hubiera castigado semejantes crímenes. Yo tenía veintitrés años de edad cuando llegué, tras cinco meses de viaje, ante el Partenón de Atenas. Su frontón se mantenía erguido, pero la larga nave del templo se hallaba en ruinas, las columnas y el entablamento habían sido volteados por la explosión de los polvorines que los turcos habían encerrado antaño en su interior. Durante semanas, toqué con mis manos inquietas, respetuosas, asombradas, esas piedras que, puestas de pie y a la altura deseada, interpretaron unas de las músicas más formidables que existen: clarines sin llamado, verdad de los dioses. Palpar es una segunda forma de la vista. La escultura o la arquitectura pueden acariciarse cuando el éxito inscrito en sus formas provoca el avance de la mano. De vuelta en Occidente, habiendo pasado por Nápoles y por Roma donde vi a los “órdenes de la arquitectura” hacer un eco discutible a esta verdad conocida sobre el Acrópolis, me resultó imposible –bien lo comprendéis- aceptar las enseñanzas “del Vignola”. ¡Este Vignola! ¿Por qué Vignola? Me sumergía en el abismo académico. No nos ilusionemos: el academisismo es una manera de no pensar que conviene a quienes temen las horas angustiosas de la invención, compensadas sin embargo por las horas del gozo del descubrimiento.

Pero Vignola no es el folklore. Ante el hormigón armado y el acero y el fracaso inevitable de Vignola, el folklore parece convertirse, en la actualidad, en el arma de reemplazo que algunos desearían esgrimir contra ese cemento armado y este acero aún y siempre amenazadores, ya triunfantes. El estudio del folklore no proporciona fórmulas mágicas capaces de resolver los problemas contemporáneos de la arquitectura: informa íntimamente acerca de las necesidades profundas y naturales de los hombres, manifestadas en las soluciones experimentadas por siglos. Nos muestra al “hombre desnudo” vistiéndose, rodeándose de utensilios y de objetos, de habitaciones y de una casa, satisfaciendo razonablemente a lo indispensable, y permitiéndose un exceso capaz de hacerle saborear la abundancia de los bienes materiales y espirituales. Todo ello experimentado por las generaciones, ajustado por lo siglos y dando una sensación de unidad como también de profunda armonía con las leyes del sitio y del clima…”

Le Corbusier
Mensaje a los Estudiantes de Arquitectura
(Edición Original de 1957)
Ediciones Infinito, Buenos Aires 1961.
Colección “Biblioteca de Arquitectos”, dirigida por los arquitectos J. E. Hardoy, C. A. Méndez Mosquera y J. A. Rey Pastor. Imágenes actuales del conjunto de Firminy, tomadas de FLICKr.
Editado por el arq. Martín Lisnovsky

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un motivador! Aunque solo vea el lado poético de la arquitectura. Prefiero al arquitecto que al escritor, porque allí se ven ambos

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